Migración y frontera: lecciones de una historia ya anunciada

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Apenas nos enteramos de la anulación del capítulo 42 en Estados Unidos y las alarmas se prendieron, sobre todo por lo que generará en la mayor cantidad de guardias militares ayudando a la patrulla fronteriza a no permitir la entrada “ilegal” de migrantes a territorio estadounidense. Se avizora una crisis humanitaria y un recrudecimiento del sentimiento antiinmigrante en ese país. Qué curioso a casi 100 años de la creación de la Patrulla Fronteriza, parece que hay eventos que se repiten cíclicamente y los odios se mantienen vivos y coleando. Veamos un breve contexto de hace 100 años en el tema migratorio entre ambos países.  

Las migraciones intercontinentales en todo el mundo, entre 1800 y 1924, contabilizaron un total aproximado de 60 millones de individuos, de los cuales más de la mitad fueron a Estados Unidos. Llegado a la década de 1920 los gringos estaban alarmados por el incremento de la inmigración (14 millones entre 1900 y 1920), y temían que después de la guerra aumentara el número de aspirantes a la ciudadanía. Esta preocupación, aunada a los efectos de la recesión, principalmente el desempleo, que se dejaron sentir en 1921, dieron la victoria a los grupos que estaban a favor de cerrar las fronteras del país. Como fue el ejemplo del Ku Klux Klan que renació en esos años, extendiéndose hacia el norte, contando en 1924 con la envidiable cantidad de entre 4 y 8 millones de miembros. Se aprobó entonces la Ley Migratoria de Emergencia de 1921, la que contra las expectativas generales, no se incluyó a nuestro país en las restricciones impuestas por esta medida jurídica.

Así en la década de los veinte comenzaron las deportaciones masivas. Y la tendencia a una mayor ocupación de los trabajadores inmigrantes mexicanos se vio frenada por las depresiones que sufrió la economía estadounidense en el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial, que tuvo como consecuencia la deportación de cerca de 150 mil trabajadores agrícolas en 1921. Así miles de mexicanos deportados abarrotaron las ciudades fronterizas. Esa fue la primera de por lo menos una docena de veces que ante una crisis económica los estadounidenses hostilizaron y llegaron a expulsar a los miles de mexicanos que en esa época de bonanza habían llamado. El presidente de México encabezó los programas de repatriación. La tarea no fue nada fácil debido a la dura situación posrevolucionaria. El gobierno ofreció el regreso por ferrocarril sin costo a todos los expulsados hasta su lugar de origen. De lo demás se encargaron los familiares y las organizaciones caritativas y la población civil que apoyaron a los repatriados. Es también para 1924 que se crea la Patrulla Fronteriza por consenso del Congreso de Estados Unidos, hecho de mucha relevancia para el mexicano, ya que modificó la calidad migratoria convirtiéndolo en un “ilegal”, obligándolo al método furtivo para no ser deportado. Sin embargo, la dinámica económica del suroeste estadounidense, exigía mayores cantidades de trabajadores mexicanos. También los empresarios del noroeste y medio oeste se interesaron en el reclutamiento de los mexicanos y, entre, 1920 y 1929, inmigraron legalmente cerca de 428 mil trabajadores de nuestro país. Y no era para menos, el desempleo había descendido de 4 270 000 parados en 1921 a un poco más de 2 millones en 1927, y el nivel salarial de los trabajadores se había incrementado.

Estos datos históricos demuestran la política sistemática del gobierno estadounidense de abrir un poco la puerta a los migrantes que requiere para levantar las cosechas, asear sus casas, podar sus jardines, o trabajos técnicos y profesionales que el mercado demande de urgencia. Pero contiene y repele la masa sobrante que consideran van a desestabilizar su economía, la paz social y su cultura. Los vaivenes de su economía, los caprichos de su política interna, las nutridas oleadas de migrantes centroamericanos y de otras latitudes, los graves problemas de inseguridad y narcotráfico en México, las presiones de los grupos racistas y xenófobos, nos hacen recordar los aciagos eventos de la década de 1920, donde las trompetas del cierre de frontera y las deportaciones son más estruendosas. Se cierne sobre nosotros tiempos de mucha agitación en la frontera. Las lecciones de la historia nos permiten, si indignarnos, pero no sorprendernos. Los gringos así se las han gastado.