La migración de retorno: retos, dificultades y dilemas

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La migración de retorno es un tema que ha generado mucho interés en México en las últimas décadas.  Y como no ha de serlo, si en ella se trae miles de historias de éxito, fracaso, dolor, grandes aprendizajes, habilidades, recursos materiales, hábitos, recursos psicológicos, identidades binacionales, elementos culturales amplificados, patrones de consumo, entre otras muchas cosas. Para bien o para mal los migrantes de retorno son otros en relación a como lo eran antes de partir a Estados Unidos, u otro país. Regresar a su patria es un asunto muy complicado que requiere de planeación, consensar decisiones, sopesar costos y beneficios económicos, sí, pero también familiares, psicológicos y culturales. Todo depende del tiempo de estancia, las redes creadas, las familias logradas y las familias en su lugar de origen, las labores realizadas, ahorros, condiciones políticas, de seguridad, institucionales. Si resulta difícil migrar, luego resulta más complejo regresar.

Los migrantes de retorno no son todos igual en edades, capacidades financieras, redes y capitales sociales, ni responden a una causalidad única y homogénea. Hay jubilados, los que regresan a invertir en un negocio, los que están enfermos y vienen a ser atendidos por sus familiares, o los que sus capacidades físicas o mentales no son del todo óptimas, y también los que son deportados por transgredir las normas civiles o legales, desde pleitos hasta narcotráfico. La repercusiones son por lo tanto múltiples, y que no es mismo para el país, que regresen a invertir en un negocio, que aporten con sus dotes y habilidades en donde son reintegrados, dígase una empresa o una institución académica o gubernamental, para el caso del retorno de estudiantes con títulos universitarios o posgrado; a que regresen y continúen con las travesuras que hacían en el vecino país.

Cuando se habla del fenómeno de la migración de retorno es necesario tener en cuenta todo este abanico de circunstancias y matices de los retornados. Y diferentes áreas de gobierno, académicas y de la sociedad deberían de tener planes estratégicos para canalizar bien el talento, y dar cauce con programas de reinserción a los más vulnerables y que exigen una canalización más profesional: llámese profesionistas, inversores, estudiantes, jubilados, enfermos, y desadaptados. Al igual que los deciden irse, los que deciden regresar o los regresan a la fuerza, es una cuestión inevitable y responde a razones geográficas, históricas, familiares y de redes. No se puede impedir que millones de mexicanos sigan y anhelen el sueño americano, como tampoco, cerrar las puertas a miles que no se adaptan, que prefieren reintegrase a sus ámbitos culturales, al cobijo psicológico de sus familiares, vecinos, amigos, de las fiestas y tradiciones de sus comunidades que los vieron nacer.

Dar incentivos y facilidades burocráticas e institucionales a los que desean poner un negocio; crear plazas y bien retribuidas a los que con títulos universitarios quieren contribuir la grandeza de su país; establecer bases de seguridad para los adultos jubilados; centros de apoyo psicológico, psiquiátrico y de salud a los enfermos y desadaptados. Y sobre todo, y lo más importante forjar un plan de desarrollo sostenido y sólido para lograr la infraestructura educativa, productiva y de innovación científico-tecnológica para convertirnos en una nación en franco crecimiento y no que no dependamos de las remesas, y dar el sustrato y los asideros para que muchos mexicanos anclen sus esperanzas en nuestro país que le da para una vida digna, y no partan en busca de otros horizontes geográficos, y también los que desean regresar tengan la certidumbre de que lo espera su patria con empleos de calidad, muy bien retribuidos, universidades que alimentan su espíritu y estómago, y una democracia donde la meritocracia, la seguridad, las certezas jurídicas, y la paz es el pan nuestro de cada día. Mientas eso no llegue, en las próximas décadas el fenómeno del retorno seguirá dando mucho para el análisis.